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lunes, 26 de enero de 2009

NELSON GOODMAN.MANERAS DE HACER MUNDOS. VISOR. MADRID. 1990

En este libro se persigue con interés el propósito de investigación y búsqueda de conceptos, que en algunos casos se encuentran en diferentes lugares y en otros coincidirán varios en el mismo lugar. Las conclusiones a las que se llega puede que no sea lo más relevante de la investigación, en cambio, sí lo es el camino recorrido hasta llegar a ellas.

CAPÍTULO 4. ¿CUÁNDO HAY ARTE?

Cuando intentamos contestar a la pregunta: “¿cuándo hay arte?”, nuestros intentos acaban en frustración y confusión por causa, tal vez, de un mal planteamiento de dicha pregunta. De igual forma, otras cuestiones debatidas como el papel del simbolismo en el arte o el Arte Conceptual ofrecen semejantes problemas y la aplicación de resultados de estudios sobre simbología podrían ayudarnos.

Partimos de la afirmación de que los símbolos son extrínsecos a las obras de arte, ya sea que las realcen o que nos distraigan de ella, pero al ojear obras, por ejemplo, una pintura religiosa, la clasificamos de como simbólica porque representa un conjunto de símbolos. De este modo, se considera arte no simbólico a aquellas pinturas que no contienen representación alguna, por consiguiente se entiende que representar es como referir o bien, sustituir: es como simbolizar.
Todo trabajo representacional es por consiguiente un símbolo y el arte sin símbolo debe de aislarse en el grupo de donde embarcamos lo carente de temática. Lo que es importante es aislar la obra de arte como tal de cualquier vinculación con lo que simboliza.

La afirmación de que el arte puro prescinde de todo tipo de referente externo y extrínseco promete arrancar al arte todas esas variables de interpretación y comentario. SI tomamos esto como verdad, el purista no verá satisfechas sus exigencias con cualquier obra de arte que no representa nada en concreto. Entonces las obras representacionales son puras puesto que simbolizan, en tanto que representan algo, pero de igual manera un cuadro abstracto es simbólico en tanto que representa no imágenes reconocibles, sino sensaciones y sentimientos, lo que llevaría al purista a un consiguiente rechazo del arte expresionista abstracto.
Desde este punto de vista, para que una obra sea un ejemplo del arte puro (sin símbolos) no debe ni representar, ni expresa. Lo que nos quedaría sería una obra que únicamente posee sus propias cualidades formales, pudiendo enumerar cuantas propiedades queramos hasta que desechemos las no formales como las que relacionan la obra con lo externo a ella.

Una “muestra” ejemplifica algunas cualidades de un todo y éstas varían según qué circunstancias; y sólo serán reconocibles esas propiedades bajo esas circunstancias y no otras. Las cualidades que cuentan en una pintura purista son aquellas que la obra manifiesta, selecciona, enfoca y exhibe. Aquellas cualidades que no sólo posee, sino que ejemplifica y de las que ella misma es muestra y por lo tanto simboliza, aunque sólo sean ciertas formas de color, textura o de forma. Así pues, la toma de posición del purista no es válida al suponer que lo que un símbolo simboliza es externo a él y al afirmar que lo que importa en una obra de arte es la posesión de determinadas propiedades y no la ejemplificación de las mismas.
En este momento cabe preguntarnos mejor ¿cuándo hay arte? en vez de ¿qué es el arte? Al igual que un objeto puede funcionar como símbolo en un momento determinado y no funcionar en otro bien distinto, una obra de arte puede ser considerada como tal en un momento y unas circunstancias y en otras diferentes ya no serlo. De hecho, un objeto artístico funciona como arte cuando se destina a su uso como arte y no a otro uso; o cuando se contextualiza en un lugar destinado a la contemplación artística. De esta manera, una piedra en la calzada no sería obra de arte, pero en un museo sí podría serlo o por lo menos considerada a primera instancia como obra de arte, porque en el museo y no en la carretera ejemplifica alguna de sus cualidades: forma, color, textura...Funcionará como obra de arte en cuanto nuestra atención se dirija hacia esas acciones en tanto que símbolos ejemplificadores. Igualmente una obra de arte, por ejemplo, un cuadro, dejará de serlo en cuanto se dirija su atención y su función a otra distinta.

Así, la respuesta a la pregunta “¿cuándo hay arte?” parece depender claramente de la función simbólica, lejos de lo que persigue quien pretende especificar las características diferenciales de lo estético con respecto a lo simbólico. Afirmar que un objeto es arte cuando sólo se destina a funcionar como tal es una exageración, porque una obra de arte seguirá siendo arte si se la descontextualiza y una piedra seguirá siendo una piedra al salir del museo. “Decir lo que el arte hace no es definir lo que el arte es...” Que un objeto sea o no una obra de arte depende de la intención o de si funciona como tal a veces, normalmente, siempre o exclusivamente.

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