http://www.bastidoresdemadera.blogspot.com

viernes, 12 de junio de 2009

EL PODER DE LAS IMÁGENES, D. Fredbeerg

Al comienzo de la lectura, en el apartado Introducción, se hace hincapié en una afirmación que será relevante para la buena comprensión de lo que se trata en el texto. Comienza, como decimos, afirmando que este libro no trata de ser un manual de historia del arte, sino que trata estrictamente de las relaciones que se establecen entre las imágenes y las personas. Existe un interés claro por comportamiento de las imágenes dentro de las diferentes culturas que de un modo u otro la historia del arte ha dejado pasar. Un comportamiento psicológico más que crítico, formal o descriptivo.

Otra de las preocupaciones del autor y que menciona en el apartado Introducción del presente libro, es la de procurar no caer en generalidades utópicas ni quimeras inalcanzables o conclusiones sobre espectadores idealizados. El factor cultural y contextual está siempre latente y la singularidad de cada persona junto al criterio subjetivo también, pero el deseo del autor es obtener una visión general de la que sacar conclusiones.

Para tal efecto es necesario establecer unos límites más amplios que los dispuestos de antemano en el campo de acción y ser algo escéptico con lo que otros profesionales han descubierto sobre la psicología de la historia y de la imagen. Si cabe, se introducirá en terrenos de la antropología y la filosofía. Una investigación sociológica unida al método de investigación histórica.
De manera casi inmediata se hizo evidente que ciertas clases (determinadas) de imágenes provocan una respuesta directa sobre el espectador, generalmente llamadas populares. Un comportamiento primitivo de la sociedad occidental, considerada por los historiadores como la única presencia cultivada en el mundo de la imagen y la historia del arte.

Al final, la meta exacta se vislumbre en el desarrollo de términos adecuados, para establecer, de qué modos puede nutrirse la historia de la teoría cognoscitiva de la historia de la imagen, centrándose en representaciones mayoritariamente figurativas. No solo se hace un estudio del comportamiento sociológico de las personas, sino que y derivado de ello, se estudia la efectividad y vitalidad de las imágenes y lo que se espera de ellas.


El ser humano es capaz de experimentar una serie de sensaciones al contemplar las imágenes, que según su constitución o intención, suscitarán un tipo de experiencia (o como menciona el autor: “respuesta”) u otra. Esta afirmación es extensible a culturas tanto de occidente como de oriente, países del Norte y del Sur, porque es la relación humana con las imágenes visuales y mentales una universalidad que deriva del susceptible sentido de la vista y que es común a todo el género humano.

Desde la Antigüedad, encontramos escritos y novelas que nos hablan del anhelo por poseer, por ejemplo, las virtudes que se representan en imágenes visuales, pinturas que provocan deseo, de apariencia hermosa, hazañas gloriosas o luchas. Pero están de igual forma las imágenes mentales que trabajan paralelamente, en la proyección de ese deseo por conseguir o plasmar algo similar a lo que se está viendo: una relación de posesión o de servir de ejemplo. Esto se puede ver en imágenes pornográficas que provocan un deseo sexual y una práctica satisfactoria. De igual modo funcionarían las imágenes religiosas, estableciendo una relación entre el espectador y lo evocador de ellas, su religiosidad, la presencia divina de ésta; o bien, la función didáctica y de ejemplo de una conducta adecuada.

Era deforme y, como no deseaba que sus hijos se pareciesen a él, cuando yacía con su esposa colocaba un hermoso cuadro ante ella para que, al desear su belleza y de algún modo absorberla, pudiera trasmitirla de manera efectiva a la criatura en el momento de concebirla1.

Pero no obstante, cabría cuestionarnos ¿en qué manera las imágenes cumplen con este efecto? Seguramente que algo que resuena con tanta frecuencia y que se cumple en una asiduidad considerada esté basado en una firme creencia general o natural.
Lo que sí afirma con rotundidad el autor es que hay un hecho incuestionable de aceptar en el poder que ejercen las imágenes. Existe, según la postura de G. Domininci, que puede estar total o parcialmente aceptada, una cierta identificación entre quienes miran las imágenes y lo que éstas representan, que, añadiendo, se verá afectada por el contexto sociocultural.

Cabe plantear de nuevo otra cuestión: ¿por qué las imágenes resultan más eficaces, en según qué serie de circunstancias, que las palabras? Hay una gran creencia en su inevitable poder que muestra una realidad cognoscitiva extendida por la gran fuerza del sentido de la vista. Hoy día, esa creencia ciega en el poder de las imágenes, tan arraigada como creencia social, no es tanto. Son menos efectivas quizás. La creencia, al convertirse en convención social, hace que se obvien en numerosas ocasiones las más influyentes imágenes, aunque conservamos numerosas connotaciones. Ahora bien, en qué medida diferenciamos convención de creencia, porque en el momento que una creencia se repite un número de veces suficiente se naturaliza, de igual modo que una convención, para poder ser convención, se naturaliza por su repetición.

Para atajar este aspecto hay que acudir al factor contextual histórico y visual, que en cierta medida es influyente y causante de dichas convenciones y los consiguientes cambios de las mismas.

[1] San Agustín, Contra Julio, libro 5, cap.9, citado en la notoria discusión sobre estos y otros temas afines en una sección de MULIER (la tercera, tras MATEORA y HOMO en Simón Majolo, Dies caniculares, Mainz, 1614, pág. 55), citado en David Fredbeerg, El poder de las imágenes, pág. 20.

No hay comentarios: